El periodista Remigio Lupo acompañó a la Expedición del general
Roca de 1879 como corresponsal del diario “La Pampa”. Escribía una
crónica diaria que enviaba para su publicación en Buenos Aires. Estas
son algunas de esas notas:
Mayo 21
…Allá a lo lejos, pero como perdida entre la
bruma, vinos, a favor de un abra de las barrancas del río, algo que nos
pareció una sierra. Mirando detenidamente, nos convencimos de que, en
efecto, lo era, pero de pequeñas dimensiones. ¿Será Pichi Mahuida? – nos
preguntábamos. ¿No será? – nos decíamos con desaliento; y en estas
dudas estábamos cuando el baqueano vino a anunciarnos que aquella sierra
que divisábamos a lo lejos era “Pichi Mahuida”.
¡Pichi Mahuida! ¡Es Pichi Mahuida!
Exclamábamos todos con gran contento. Ya solo se pensaba en llegar a la
famosa sierra, y la impaciencia por proseguir la marcha era grande.
Hicímoslo, al fin, deseosos de salvar sin detenernos la distancia de dos
y media a tres leguas que nos separaban de Pichi Mahuida. Pero a la 1
se hizo alto cuando solo habíamos avanzado una legua.
Hizo bien el
General en detenerse en este punto, famoso en nuestra historia de la
guerra con los indios. Aquí fue donde se tomó prisionero a Catriel con
su tribu, y aun se ven vestigios de sus tolderías, que el tiempo,
destructor como es, no ha borrado por completo.
En este mismo
punto las barrancas del rio forman una gran abra, por donde vimos mas
distintamente la Sierra de Pichi Mahuida. Campamento del “Abra de
Catriel” le llamamos por aquella circunstancia de la captura del feroz
cacique.
A Pichi Mahuida
sigue Choique Mahuida, punto de interés más vital aún que el primero y
situado a una distancia que no se podía fijar con presión, como tampoco
cual era el camino que salía de este punto hacia Cheolechoel.
La cuestión de saberlo era esencial, pues se
tenían noticias que desde Choique Mahuida se desprenden dos caminos;
uno que conduce a Choelechoel y otro que lleva al “Territorio de las
Manzanas”…
Junio 1
…Según entendíamos, el General Roca tenía por
objeto al marchar al Neuquén, conocer por si mismo la región que se
extiende desde Cheolechoel hasta ese río; conferenciar con el Comandante
Uriburu y celebrar parlamentos, si se presentaban, con los caciques que
se habían citado al efecto. Se atribuía mucha importancia, para la
estabilidad y seguridad de la nueva línea de fronteras, a esas
entrevistas con los caciques no sometidos. No quiere decir esto que si
las entrevistas no tuvieran lugar, y los indios continuaran alzados,
corriese peligro la nueva línea; nada de eso, porque las barreras
naturales de la nueva línea son suficientes por sí solas, y guardadas
por algunas fuerzas, para contener a los indios, los que, por otra
parte, distan mucho de ostentar el poderío que antes tenían. Las tribus
están casi destruidas, su pobreza raya en la miseria más espantosa y,
sobre todo esto, su animo no está como para realizar invasiones,
aterrorizados al ver que las fuerzas de línea avanzan hasta donde ellos
no pudieron imaginárselo jamás: hasta el último límite de su imperio,
que creían absoluto e inaccesible a las fuerzas de la civilización.
Junio 3
A las 8 de la mañana estábamos en movimiento, y
no paramos hasta 2 horas después, en el sitio donde tuvo establecidas
sus tolderías el cacique Queupe.
Queupe ha huido al sentir la aproximación de
las fuerzas expedicionarias en dirección a la cordillera. Allí está
establecido, según las noticias que se tienen, y muy resentido de que se
haya despojado a los indios de una tierra que por derecho divino les
pertenece desde sus más remotos antepasados. No discurren mal estos
indios.
A su juicio, es
un acto de usurpación el que se comete con ellos, desalojándolos de
puntos sobre los cuales tiene el título del primer ocupante, y de la
posesión convertida en propiedad irrevocable.
Así
se expresan y no poco fortuna es que ignoren las disposiciones del
Código Civil sobre posesión y prescripción, porque harían interminables
sus alegatos.
Desgraciadamente para ellos, la civilización,
por el solo hecho de serlo, y de combatir la barbarie en su significado
más amplio, tiene el derecho y tiene la fuerza para consumar la
conquista, colocándolos en la alternativa de someterse a ella, o de huir
hacia la cordillera, sin la esperanza siquiera de poder venir de allí a
tentar una reivindicación imposible.
A las 2 y 30 de la tarde acampamos en el sitio
denominado “Chelforó”. La jornada fue de 3 leguas. A medida que nos
alejábamos de Choelechoel, el frio se hacia más pronunciado. Este día el
termómetro marcó 6 grados bajo cero…
Lupo, Remigio. 1968. La conquista
del desierto; crónicas enviadas al diario “La Pampa” desde el Cuartel
General de la Expedición de 1879. Buenos Aires, Freeland.