Ilustración: Javier Navarro
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Texto tomado del Museo Nahuelpan, Esquel
Elal, los Ahoni kenk
Dicen que al principio todo estaba oscuro, inmóvil y silencioso.
El único que existía era Kooch, entonces, él lloró y de las lágrimas se formó el mar.
Cuando dejó de llorar, suspiró y de ese suspiro nació el viento.
Luego levantó una mano y creó el sol. El sol calentó las aguas y del vapor se formaron las nubes,
que arrastradas por el viento, se movían incesantemente, protestando con truenos y rayos.
Kooch intervino nuevamente, el viento dejó en paz a las nubes, y así todo se tranquilizó.
Luego, creó una gran isla y dispuso allí la vida. Así aparecieron los peces, las plantas y los animales.
Pero las noches seguían oscuras, por eso creó la luna.
Antes de descansar, y a su paso por el inmenso mar y
muy lejos de aquella gran isla, en la que ahora gobernaban malvados
gigantes, Kooch creó la Patagonia y después nunca más se lo volvió a
ver.
Quedaban muchas cosas por crear, pero de eso, se ocuparía otro.
Elal hijo de la nube Teew y del malvado gigante Noshtex sería el que culminaría la obra de Kooch.
El fuego, la flecha, las vestimentas, los refugios y los Ahoni Kenk son obra de Elal …
Pero ésta, es ya otra