Relato de Rosa Isabel Ñancucheo, Esquel
Sucedió hace muchos años en Lago Rosario.
Se dice había llegado una familia de blancos a esa comunidad aborigen y
que tenía un hijo llamado Justo. El salía todos los días a pasear
porque le fascinaba el lugar y cada vez salía mas temprano para poder
caminar por la orilla del lago y contemplar el paisaje. Estaba encantado
con el lugar y no tenía miedo ni prestaba atención a los peligros. Una
vez, unos aborígenes que caminaban por el lugar le dijeron que tuviera
cuidado porque allí habían animales salvajes como leones y chanchos
jabalíes que atacaban a las personas y que no se acercara mucho al lago
en horario del mediodía porque en el agua se aparecían animales como
toros, caballos y mujeres con colas de pescado que eran los dueños del
lago y no les gustaba que los vieran. Justo no hizo caso a las
advertencias: todo lo contrario, él iba a esa hora para ver si era
cierto lo que le habían dicho.
Un día dicen que él caminaba por la orilla del lago
cuando de pronto escuchó una voz muy suave y dulce que cantaba y le
llamó la atención. Empezó a buscar de donde provenía cuando de pronto se
encontró de frente con una mujer mitad humana y mitad pez. Le impactó
su hermosa cabellera larga y renegrida y quiso acercarse. La chica se
zambulló en el agua y el quedó muy sorprendido porque desapareció en un
abrir y cerrar de ojos.
Desde ese día Justo siguió yendo a la orilla todos
los días y caminaba para ver si se encontraba nuevamente con ella porque
estaba deslumbrado con este ser.
Un día vio un bote que flotaba en el lago y comenzó a
llamarlo. El que lo conducía se acerco a la orilla para ver que quería,
y resultó que era otro chico como él que también sabía sobre ese tema.
Cuando Justo le contó lo sucedido, el otro joven no
se sintió asombrado por el relato porque él había visto lo mismo,
solamente lo escuchó. Charlaron un largo rato, luego de presentarse,
ambos se dieron cuenta de que habían perdido la noción del horario, eran
las doce del mediodía. Justo invitó a su nuevo amigo Jorge a conocer su
casa que quedaba en esa orilla. Jorge aceptó y le dijo que la próxima
vez él lo llevaría a la suya. Se estaban yendo cuando de repente
sintieron un chapuzón. Jorge dijo que seguramente debía ser la mujer que
protegía el lago, que se decía que era muy bella y tenía el cabello
largo y negro y que los humanos se sentían fuertemente atraídos hacia
ella.
Le contó que sus padres y los ancianos del lugar
decían que no había que mirarla a los ojos porque con su mirada
irresistible te dejaba encantado.
Justo respondió que él ya la había visto pero no la
había mirado a los ojos. Jorge comentó lo mismo y siguieron caminando
hacia la casa. De repente se rompió el silencio nuevamente con el canto
de esa mujer. Los dos quedaron petrificados, se miraron y no dijeron
nada. Cuando miraron hacia el lago vieron a la hermosa mujer. No sabían
que decir, sólo la miraron en silencio hasta que la vieron desaparecer.
Quedaron observando hasta que ya no vieron más olas en el lago y
continuaron la caminata. Cuando llegaron a la casa la mamá de Justo
salió a recibirlos, él presentó a su nuevo amigo a sus padres.
Luego de comer fueron a pescar y acordaron que al otro día Justo iría a visitar la casa de Jorge.
Cumplieron con lo acordado pero cuando iban cruzando
el lago, para llegar a casa de Jorge, nuevamente apareció esa misteriosa
mujer al lado del bote. Aunque su amigo advirtió que no la mirara a los
ojos, Justo era muy curioso y quiso comprobar si las versiones acerca
de esa bella mujer eran ciertas. Así fue que quedó encantado con ella y
desde ese día no pudo dejar de verla nunca. Un día, inesperadamente,
ella se transformó completamente en humana y lo esperó a la orilla del
lago. Justo llegó y la saludó. Luego de un tiempo de estar conversando
inesperadamente la mujer se zambulló en el agua haciéndole creer que se
ahogaba. Justo sin pensarlo hizo lo mismo para tratar de salvarla y no
se percató de que ella volvió a ser la misma mujer con cola de pez que
nadando rápidamente desapareció en la profundidad del lago.
Pasó mucho tiempo y todos los días Justo iba a buscar
a esa mujer pero no la podía ver hasta que un día ella volvió y se
encontraron, fue para no separarse jamás. Justo desapareció, nadie más
lo vio andar por la orilla del lago.
Desde entonces comentan los lugareños que si uno se
acerca a la orilla cerca del mediodía se escucha un murmurar como si dos
personas estuvieran conversando.